Genezaret en el país de los discos
¡Buenas noches! Al menos en mi rinconcito del mundo es bien de madrugada y no puedo dormir. Varios de mi círculo saben que tengo una relación a distancia con un pololo argentino con el cual prácticamente crecí en esta laguna que es el Internet. La historia de mi relación, anécdotas, ventajas y desventajas da para una entrada exclusiva que por ahí haga cuando me de la gana, por ahora les diré que tenemos la costumbre de hacernos llamadas casi diarias (si es que no lo son) y dormir con el teléfono encendido mientras escuchamos por el otro lado la respiración del otro mientras duerme. Eso mientras la llamada no se corte sola. Así que mientras escribo al otro lado el pololo duerme feliz y de vez en cuando lo oigo revolcarse entre sueños. Yo ni un ojo puedo pegar.
El pololo vive en Buenos Aires, por el alrededor, el dichoso conurbano. He viajado a verlo y estar con él un buen pedazo de tiempo varias veces y siempre le exijo que me lleve al Parque Rivadavia, por Caballito, el paraíso de los cachureros como le diríamos en mi tierra, y como nieta de una cachurera está demás decir que ese sitio es mi trocito de cielo, así como mi perdición. El sitio está lleno de libros, revistas, diarios, cartas Pokèmon entre otras cosas cuyas mis favoritas son los discos, más que nada por ahora por CD's. Digo que el lugar es mi perdición ya que, aunque hay cosas que se pueden comprar a precio de huevo, el acto de acumular cosas es adictivo, y puedo gastar buena parte de mis ahorros en alimentar mi preciosa colección.
Cuando cumplí 18 años mi viejo (que se fue a comprar cigarrillos) apareció con ganas de ser padre y me preguntó qué quería para mi cumpleaños. Mi hermana y yo le pedimos discos, ella de Los Bunkers y por mi parte uno de Los Beatles. Quería el Álbum Blanco. El día de mi cumple N° 18 apareció mi viejo afuera del colegio y nos regaló lo que queríamos. Casi. A mí me dio el álbum 1, el recopilatorio de varios hits de los Fab 4. Era el primer disco de mi colección y estaba re feliz con él. A los días mi viejo se desapareció de nuevo, pero el CD aún lo tengo, igual no ha pasado mucho, tengo 21, pero ahora que lo pienso estos 3 años me han parecido una eternidad...
Desde entonces inicié el placer de agrandar mi colección, primero de a poco, ahora tengo una caja llena de discos, y tengo una predilección por buscar primeras ediciones. La primera vez que fui al Parque Rivadavia fui con mi pololo y un amigo nuestro en común. Los tres somos músicos y melómanos a cagar, pero este amigo es ya un maestro escarbando no solo por el parque, sino regateando y revendiendo joyitas de su propia colección, que le da varias patadas por la raja a la mía de lo extensa que es. Esa vez él me ayudó a conseguir Bocanada de Gustavo Cerati, primera edición, con la tapa de rubíes escarlata reluciente. Quedé loca. Es la perla de mi colección, además que Cerati es una de mis grandes influencias musicales (por no decir ídolo) y para mí es un honor tener un poquito de su obra en físico y más una de tamaña calidad (Bocanada es mi disco favorito de él). Desde entonces, cada vez que vuelvo a Buenos Aires Parque Rivadavia es paseo obligatorio y el pololo me lleva para ahí cada uno perderse por su lado y volver a encontrarnos. Es una feria laberíntica, rodeada de árboles. De ahí compré discos de Wings, la banda de McCartney; Pescado Rabioso, León Gieco, otros de Cerati solista y el libro que escribió Maitena Aboitiz: Cerati en Primera Persona, la primera edición. Además compro cosas de regalo, libros y discos para amigos y mi familia, como a mi vieja que le encanta Rata Blanca y le traje Magos, Espadas y Rosas.
Por fuera de Parque Rivadavia igual escudriño y por la librería El Ateneo Gran Splendid "una verdadera tragedia" (?) conseguí el último disco de Charly García: Random, en un afán por adquirirlo antes que se acabase. Todo por tener la primera edición. Aunque no sea la cumbre de Charly, es un CD precioso, tanto en lo musical como en lo genial de su tapa colorida. En diseño creo que es de lo mejor que tiene, cuando me lo compré me lo comí con la mirada un buen rato. Ese día era parte de la última semana de mi estadía en Buenos Aires y estaba con el pololo en la mesa de un café de CABA, conversando de la vida mientras a cada rato le echaba miradas de reojo al disco multicolor. Siempre es así, con cada disco, son mis tesoros. El pololo debe llamarme la atención para que guarde mi bebé. Pensará que por ahí me lo roban. Lo dudo un poco, pero sé que la gente es mala y a veces hasta hace cosas porque sí. Aún así soy porfiada.
Hace un par de años me cayó una etapa de rebeldía y me fui de la casa de mi vieja. Di tumbos por varios lados, pasé hambre y frío, trabajé ahorrando para ver por primera vez a mi pololo el próximo verano de ese año, poniendo eso como prioridad. Podrán pensar que fue una estupidez poner a la pareja por encima de mí misma, pero en mi caso al llegar a Argentina me encontró con una familia amorosa que nunca creí que pudiese existir. La verdad es que me he sentido más querida por ellos, mi familia política que por personajes de mi familia cercana. Son parte enorme de mi vida y sin hacer sacrificios no los hubiese conocido. Antes de viajar empecé a robar comida y una cosa llegó a la otra y me aventuré a robar discos y libros en supermercados y librerías. Ahora ya no lo hago, no porque creo que "robar" en sí sea malo, si no hay violencia a tu misma clase e inferior de por medio me parece entendible (siempre existe violencia en el robo, pero encuentro un grito legítimo si viene de parte de alguien que no se permite costear), sino porque hoy gozo de un buen "sueldo" y me puedo pagar mis caprichos. Igual me había armado de un código moral el cual es no robar discos de cantautores/bandas humildes ni hurtar en librerías. Más o menos me dirigía con la misma ética de robar libros que tenía Roberto Bolaño. De mis peripecias alcancé a acumular casi la mitad de mi colección y entre mis botines está toda la discografía de estudio de Soda Stereo (me falta el EP Languis). Es curioso que robando frivolidades nunca me hayan pillado, mientras que siempre me jodieron más por sacar algo para comer.
Hace un par de años me cayó una etapa de rebeldía y me fui de la casa de mi vieja. Di tumbos por varios lados, pasé hambre y frío, trabajé ahorrando para ver por primera vez a mi pololo el próximo verano de ese año, poniendo eso como prioridad. Podrán pensar que fue una estupidez poner a la pareja por encima de mí misma, pero en mi caso al llegar a Argentina me encontró con una familia amorosa que nunca creí que pudiese existir. La verdad es que me he sentido más querida por ellos, mi familia política que por personajes de mi familia cercana. Son parte enorme de mi vida y sin hacer sacrificios no los hubiese conocido. Antes de viajar empecé a robar comida y una cosa llegó a la otra y me aventuré a robar discos y libros en supermercados y librerías. Ahora ya no lo hago, no porque creo que "robar" en sí sea malo, si no hay violencia a tu misma clase e inferior de por medio me parece entendible (siempre existe violencia en el robo, pero encuentro un grito legítimo si viene de parte de alguien que no se permite costear), sino porque hoy gozo de un buen "sueldo" y me puedo pagar mis caprichos. Igual me había armado de un código moral el cual es no robar discos de cantautores/bandas humildes ni hurtar en librerías. Más o menos me dirigía con la misma ética de robar libros que tenía Roberto Bolaño. De mis peripecias alcancé a acumular casi la mitad de mi colección y entre mis botines está toda la discografía de estudio de Soda Stereo (me falta el EP Languis). Es curioso que robando frivolidades nunca me hayan pillado, mientras que siempre me jodieron más por sacar algo para comer.
Todavía no evoluciono y me aventuro por vinilos porque a pesar de todo sigo siendo práctica y no quiero tener algo que no puedo reproducir y escuchar. No tengo tornamesa, y por ahí me compre una, en una tiendita por acá hay una muy barata y tiene hasta para andar cassette, otra de las cosas que junto pero en menor cantidad. Por ahora tengo una radio color negro en forma de huevo que reproduce CD's.
Pronto quiero hablar de mis hermosuras que dan forma a mi colección. Tengo hasta de músicos locales y nacionales. A ellos más que nada les compro, como a Betto Paillán, de quien tengo Domingo de Nubes y el concierto en vivo de Corazones que hizo Jorge González antes del ACV, mi consuelo porque al Corazones original no lo he ni visto. Lamentablemente Chile no tiene la misma valoración por su arte que tienen los argentinos. Quedé descolocada cuando en la casa del pololo los albañiles que remodelaban la casa prendían la radio en la estación ASPEN y escuchaban rock nacional (argento). Iba en el taxi y siempre ponían clásicos como los de Almendra, Pescado Rabioso (¡¡¡ME GUSTA ESE TAJO!!!), Los Redondos, Charly García solista, Soda Stereo, etc. En la calle las tiendas más que nada caían en poner reggaetón pero es un mal común hoy. Me mata que ahora el hit number one en Chile sea Como tú del argento Luciano Pereyra que sí, es muy bueno. Aún con toda mi idealización de Argentina, los melómanos de todas partes tienen esa tendencia de ser muy cerrados a lo nuevo. Hasta a mi pololo que tiene una banda lo reto por quejarse caleta de que no hay apoyo a los músicos y no lo veo escuchando algo nuevo. Tiene la nostalgia de un viejo chico, cosa que cometo igual pero me gusta escarbar ente las novedades de mi Valdivia (la ciudad chilena donde vivo) y ver qué saco en limpio de una ciudad variada en estilos. No me gusta mucho ir a eventos en vivo y si puedo ayudar en algo prefiero comprar un CD porque, además de ser un recuerdo es un pedacito del alma y esfuerzo de la gente que hay detrás de una obra.
Sigo pensando que Valdivia es muy Liverpool.
Sin embargo no niego que muero de unas ganas de mandar a la mierda todo e irme a Buenos Aires para siempre, donde soy muy feliz, con mis ahorros armar un negocio de artesanías o una librería, pasar un día a la semana en cama con el pololo comiendo, garchando, riendo, comiendo, escuchando música, garchando y garchando más. Supongo que debería tomarme en serio el sarcasmo de la canción Las pequeñas delicias de la vida conyugal de Charly García, pero hasta ahora soy muy feliz, parece algo mutuo y mientras exista la tierra, la luna y el sol y quede la esperanza al fondo de la caja de Pandora, todo estará bien.
Pronto quiero hablar de mis hermosuras que dan forma a mi colección. Tengo hasta de músicos locales y nacionales. A ellos más que nada les compro, como a Betto Paillán, de quien tengo Domingo de Nubes y el concierto en vivo de Corazones que hizo Jorge González antes del ACV, mi consuelo porque al Corazones original no lo he ni visto. Lamentablemente Chile no tiene la misma valoración por su arte que tienen los argentinos. Quedé descolocada cuando en la casa del pololo los albañiles que remodelaban la casa prendían la radio en la estación ASPEN y escuchaban rock nacional (argento). Iba en el taxi y siempre ponían clásicos como los de Almendra, Pescado Rabioso (¡¡¡ME GUSTA ESE TAJO!!!), Los Redondos, Charly García solista, Soda Stereo, etc. En la calle las tiendas más que nada caían en poner reggaetón pero es un mal común hoy. Me mata que ahora el hit number one en Chile sea Como tú del argento Luciano Pereyra que sí, es muy bueno. Aún con toda mi idealización de Argentina, los melómanos de todas partes tienen esa tendencia de ser muy cerrados a lo nuevo. Hasta a mi pololo que tiene una banda lo reto por quejarse caleta de que no hay apoyo a los músicos y no lo veo escuchando algo nuevo. Tiene la nostalgia de un viejo chico, cosa que cometo igual pero me gusta escarbar ente las novedades de mi Valdivia (la ciudad chilena donde vivo) y ver qué saco en limpio de una ciudad variada en estilos. No me gusta mucho ir a eventos en vivo y si puedo ayudar en algo prefiero comprar un CD porque, además de ser un recuerdo es un pedacito del alma y esfuerzo de la gente que hay detrás de una obra.
Sigo pensando que Valdivia es muy Liverpool.
Sin embargo no niego que muero de unas ganas de mandar a la mierda todo e irme a Buenos Aires para siempre, donde soy muy feliz, con mis ahorros armar un negocio de artesanías o una librería, pasar un día a la semana en cama con el pololo comiendo, garchando, riendo, comiendo, escuchando música, garchando y garchando más. Supongo que debería tomarme en serio el sarcasmo de la canción Las pequeñas delicias de la vida conyugal de Charly García, pero hasta ahora soy muy feliz, parece algo mutuo y mientras exista la tierra, la luna y el sol y quede la esperanza al fondo de la caja de Pandora, todo estará bien.
El último párrafo me da diabetes de lo cursi que es...
~ Genezaret
PD: El amigo que es seco escarbando en Parque Rivadavia es miembro fundador de una banda llamada Audiosensitivo. Se llama Gustavo Delgado y tiene temazos como Pseudo Diamante y he colaborado coloreando las portadas de sus canciones. Es genial cuando admiras un artista que además es tu amigo y eres parte de alguna forma de su obra.
De solo escucharla me dan ganas de cortarme las venas.
PD: El amigo que es seco escarbando en Parque Rivadavia es miembro fundador de una banda llamada Audiosensitivo. Se llama Gustavo Delgado y tiene temazos como Pseudo Diamante y he colaborado coloreando las portadas de sus canciones. Es genial cuando admiras un artista que además es tu amigo y eres parte de alguna forma de su obra.
De solo escucharla me dan ganas de cortarme las venas.
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